La extraordinaria historia de una guerrera salvadoreña
POR KARLA BAHM
GRAND RAPIDS, MICHIGAN (EVH) .- En el corazón de El Salvador, donde una guerra civil se estaba dando paso, nació un espíritu resiliente. Reyna Orellana Masko, la menor de cinco hermanos llegó a este mundo con una profecía de sus padres: sería la reina de su humilde morada. Poco sabían lo apropiado que sería ese título a medida que Reyna crecería para encarnar una notable fuerza de carácter y una determinación inquebrantable.
La infancia de Reyna fue un testimonio de la resistencia del espíritu humano. Nacida en un país devastado por la guerra civil, fue testigo de los horrores de la violencia desde una tierna edad. La pérdida de los amigos de sus hermanos sirvió como un sombrío recordatorio de la fragilidad de la vida. Estas experiencias dejaron una huella indeleble en su alma joven, alimentando su deseo de paz y justicia.
“El Salvador estuvo en guerra civil durante los años que estaba creciendo, entonces yo recuerdo que había mucha violencia. Incluso varios amigos de mis hermanos fueron asesinados”, recuerda Reyna.
Reyna llevaba una carga secreta que ensombrecía la historia de su familia: el papel de su padre como “coyote”, guiando a inmigrantes desesperados a través de la traicionera frontera. La vergüenza pesaba mucho en su corazón, pero enfrentó esta verdad con coraje y determinación. Reyna transformó el pasado de su familia en un catalizador para el cambio, apoyando a las comunidades de inmigrantes vulnerables.
Ante la adversidad, la familia de Reyna buscó refugio en Houston, Texas, donde ya habían emigrado su madre y su hermana. La enfermedad de su padre hizo necesaria su reunión, lo que provocó un viaje audaz y peligroso a través de la frontera.
“Después de que papá enfermara, mi mamá y mi hermana tuvieron que refugiarse en un albergue para refugiados en Houston, llamado La Casa Romero. A mi papá lo deportaron y cuando regresó a El Salvador, se dio cuenta que la situación estaba peor y decidió llevarnos a Houston. Nos pasó la frontera de dos en dos, hasta que toda la familia estuvo completa. Al cabo de 10 meses ya estábamos todo en Houston”, recuerda Reyna.
La madre de Reyna se convirtió en su ancla, trabajando incansablemente para satisfacer las necesidades de la familia. Sus luchas forjaron un vínculo inquebrantable, y Reyna se convirtió en una mujer joven definida por la resiliencia y el espíritu inquebrantable de su madre.
“Al llegar a Houston recuerdo que terminé quedándome también en La Casa Romero por dos semanas, hasta que mi mami reuniera todo el dinero para tener lo suficiente y así poder vivir todos juntos. Ella trabajó sin descanso, de día trabajaba limpiando apartamentos y de noche en el estadio de Los Astros, el equipo de beisbol de Houston, del cual me volví una fan acérrima, expresó Reyna.”
A medida que la vida tomó un nuevo ritmo, surgió el sueño de Reyna de obtener una licenciatura en derecho. Sin embargo, su estatus migratorio resultó ser una barrera, negándole el acceso a la educación superior. Sin inmutarse, dedicó sus energías a la excelencia académica, esforzándose por enorgullecer a su madre. El sueño de convertirse en la primera de su familia en obtener un título seguía siendo esquivo, pero sirvió como motor para superar las limitaciones impuestas por sus circunstancias.
“Siempre me esforcé mucho en la escuela, tenía unas excelentes calificaciones, ya que lo que menos quería era decepcionar a mi mami. Soñaba con terminar una carrera de leyes, pero al terminar la escuela supe que no podía acceder a estudiar en ninguna universidad debido a mi estatus migratorio. El sueño terminó allí”, recuerda Reyna.
A la edad de 20 años, Reyna encontró el amor y se embarcó en el viaje de construir su propia familia. Al mudarse a Grand Haven, Michigan, enfrentó la difícil decisión de dejar atrás a su madre. Su anhelo de formar una familia y su deseo de crear una vida mejor, a pesar de los dolores de la separación, fue motivo de inspiración para ella y con el apoyo de su devoto esposo, Reyna superó los desafíos de comenzar de nuevo.
“Se me hizo muy difícil dejar a mi mami, a pesar de que se quedaba con mi hermano. Yo era quien la transportaba a todos lados, era su interprete en múltiples cosas y la ayudaba a criar a uno de mis sobrinos que vivía con nosotros, pero yo sabía que esa separación era algo que yo necesitaba, pues quería también tener mi propia familia”, recuerda con nostalgia, Reyna.
Con una nueva estabilidad y el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, Reyna aprovechó una oportunidad que el destino finalmente le había presentado: la oportunidad de seguir una educación superior. Equilibrando los roles de una madre amorosa y una estudiante dedicada, a sus 28 años, se embarcó en un viaje de una década para obtener un título en Criminalística. El sueño al que se había aferrado durante tanto tiempo se estaba haciendo realidad.
“Mi esposo en ese tiempo también decide ir a la escuela, él iba durante el día y yo durante la noche. Tuvimos que comenzar de nuevo con 2 niños. Mi esposo es un padre fenomenal, él apoyó todos mis sueños y locuras. Logré tener un título en Criminalística, y me tomó 10 años de mi vida, pero lo hice. Hice mi sueño realidad”.
La resiliencia de Reyna se extendió más allá de los triunfos personales. Su ilimitada dedicación a la participación comunitaria la llevó a crear espacios que fomentaban la unidad, la celebración y el intercambio cultural. De esa forma, decidió crear la empresa, Aurora International Foods, en honor a su madre, quien dejó este mundo unos años atrás. Con Aurora International Foods, Reyna creó la bebida, Reyna’s Michelada Mix, y con ella celebra la diversidad y trata de crear oportunidades para que las personas se reúnan y compartan sus experiencias únicas alrededor de una mesa llena de comida, bebida y diversidad cultural, tal y como lo hubiera querido mamá Aurora. Su espíritu emprendedor y su compromiso inquebrantable con la inclusión fueron un tributo a su madre, una heroína anónima que falleció, pero dejó un legado perdurable de fortaleza y determinación.
“Me encanta cómo la comida y la bebida pueden unir a las personas: a través de culturas, a través de diferencias, a través de mesas. Mi madre, Aurora, era la matriarca de nuestra familia y pudo hacer esto por nosotros y sus amigos. Le encantaba cocinar y tengo muchos recuerdos de estar sentada alrededor de la mesa hablando, riendo y comiendo su deliciosa comida. Así que ahora, aquí estoy trabajando para crear formas de ayudar a unir a las personas para disfrutar de deliciosas comidas y bebidas y compartir nuestra cultura con ustedes para que puedan crear recuerdos que duren toda la vida”, enfatizó Reyna.
A sus 48 años, con el corazón rebosante de gratitud, Reyna susurra palabras de agradecimiento al vacío, sabiendo que el espíritu de su madre la escucha. Ella le agradece por la fuerza que le inculcó, por enseñarle el valor del trabajo duro y la resiliencia. Mamá Aurora, inspiró a Reyna a ir más allá de sus límites y perseguir sus sueños sin descanso.
Mientras Reyna abraza su éxito, sabe que es un testimonio del amor y los sacrificios inquebrantables de su madre. Agradece a su madre por los innumerables sacrificios que hizo, por trabajar incansablemente para mantener a la familia y por creer en sus sueños cuando otros dudaban.
Sabe que su éxito no es solo suyo; es un tributo al legado de su madre y la base de fuerza y coraje que construyó.
“Todo lo que soy se lo debo a mi madre. Todo lo que hago es para honrarla y para honrar su memoria. Quiero que todos sepan que tuve una madre extraordinaria y que su legado vivirá a través de los años”, dijo Reyna entre lágrimas.
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